Ciudad Victoria, Tamaulipas.- El mole mexicano es uno de los platillos más emblemáticos de la cocina tradicional del país. Con raíces prehispánicas y una evolución influenciada por la fusión de culturas, el mole ha trascendido generaciones y fronteras, consolidándose como un símbolo de identidad nacional.
Existen diversas variedades de mole, siendo los más conocidos el mole poblano, el mole negro oaxaqueño, el mole verde, entre otros. Cada uno se distingue por sus ingredientes, preparación y contexto regional. Su complejidad y riqueza de sabores provienen de la combinación de especias, chiles, semillas, chocolate y otros elementos que pueden sumar hasta más de 30 ingredientes en una sola receta.
Históricamente, el mole ha estado presente en celebraciones importantes como bodas, fiestas patronales y conmemoraciones familiares. No es solo un alimento, sino una expresión cultural que une a las comunidades y refleja la diversidad del país.
En el ámbito gastronómico, el mole ha sido reconocido a nivel internacional. Chefs y restaurantes de alta cocina han reinterpretado este platillo, llevándolo a menús de todo el mundo sin perder su esencia tradicional. Su presencia en festivales gastronómicos y en la cocina contemporánea mexicana ha contribuido al posicionamiento de México como una de las potencias culinarias globales.
Además, en 2010, la gastronomía mexicana fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, y el mole fue considerado uno de los elementos clave de esta distinción, junto con el maíz y el chile.
Hoy, el mole sigue siendo un símbolo de resistencia cultural, creatividad culinaria y orgullo nacional. Su sabor profundo y su historia viva lo convierten en mucho más que un platillo: es una herencia que México comparte con el mundo.


















