El trompo es uno de los juguetes tradicionales más emblemáticos de México. Su origen se remonta a épocas prehispánicas y coloniales, cuando los niños indígenas ya practicaban juegos con objetos similares, hechos de barro o madera. Con el paso del tiempo, el trompo evolucionó hasta convertirse en un símbolo cultural del juego infantil mexicano.
Este juguete está hecho generalmente de madera, con una punta metálica (clavo) en la base, y se hace girar lanzándolo con una cuerda enrollada. El objetivo es que gire el mayor tiempo posible o realizar trucos mientras gira en equilibrio. Su uso requiere habilidad, coordinación y práctica, por lo que jugar al trompo también fomenta el desarrollo motriz de los niños.
Durante el siglo XX, el trompo alcanzó gran popularidad en todo el país, especialmente en las décadas de 1950 y 1960, cuando era común ver a los niños jugar en patios, calles o parques. Se organizaban competencias entre amigos o vecinos para demostrar quién tenía más destreza al hacerlo girar o realizar “suertes” o “piruetas”, como “el dormilón” o “el columpio”.
Además de ser un juego, el trompo tiene un valor cultural y social. Representa una época en la que el juego al aire libre y la convivencia comunitaria eran esenciales en la infancia mexicana. Hoy en día, aunque su uso ha disminuido frente a la tecnología, el trompo aún se conserva como una expresión de la identidad popular, especialmente en ferias, festivales y actividades escolares donde se promueven las tradiciones mexicanas.
Importancia cultural e histórica
El trompo no solo es un juguete: es una forma de mantener vivas las tradiciones. En un mundo cada vez más digitalizado, rescatar juegos como el trompo ayuda a fortalecer el patrimonio cultural inmaterial de México y a enseñar a las nuevas generaciones el valor del juego tradicional, la creatividad y la interacción social cara a cara.


















